MARCOS 12: 29-31 Mar 12:29 Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Mar 12:30 Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Mar 12:31 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.
   
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  La Trinidad
 

La Trinidad

por Wilton Nelson

Coexistencia del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en la unidad de la Divinidad (divina naturaleza o esencia). La doctrina de la Trinidad expresa que dentro del ser y las actividades del único Dios hay tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Aunque la palabra Trinidad no aparece en la Biblia, la «fórmula trinitaria» se menciona en la Gran Comisión (Mt 28.19) y en la bendición de la segunda carta de Pablo a los corintios (2 Co 13.14).

Dios se reveló como uno a los israelitas: «Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es» (Dt 6.4). Esta era una significativa verdad religiosa porque las naciones que rodeaban a Israel habían caído en la idolatría, y eran muchos los dioses que adoraban (Ro 1.18–25). Pero en el Nuevo Testamento Dios reveló que aunque es uno, esa unidad está compuesta de tres personas (Padre, Hijo y Espíritu Santo) que son uno en voluntad y propósito, amor y justicia.

La relación del Padre con el Hijo es prominente en los evangelios porque Jesús, el Hijo eterno que tomó forma humana, se hizo más visible a nosotros al expresarse en términos de una relación Padre-Hijo. El Espíritu Santo se mantenía en el trasfondo ayudando a nuestros ojos de la fe. La unidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se ve claramente en las enseñanzas trinitarias de Jesús (Jn 14–16). Se expresa en el ministerio total de Jesucristo registrado en los cuatro evangelios y en el resto del Nuevo Testamento. La familia trinitaria coopera como una unidad en hacer regresar a los perdidos a la familia de creyentes.

La más distintiva característica de la familia trinitaria es el desinteresado amor de cada uno de ellos hacia los otros dos. El Padre da toda autoridad al Hijo y confirma su testimonio (Jn 8.18). Pero el Hijo no busca nada para sí mismo. Da toda gloria al Padre que lo envió (Jn 12.49–50). La clave para descifrar el misterio de la Trinidad es observar cómo las personas de la familia trinitaria se entregan unas a otras en desprendido amor. Cada uno está siempre a la disposición del otro.

El Padre sirve al Hijo; el Hijo sirve al Padre; el Padre y el Hijo acatan lo que hace el Espíritu Santo, quien a la vez sirve y acata al Padre y al Hijo en una unidad eternamente dinámica e inagotable. El amor mutuo de las tres personas de la Trinidad afecta favorablemente a la creación y se manifiesta en la cooperación sin límites entre ellos en la salvación del perdido (Jn 14.15–17, 25, 26).

La Trinidad estuvo en acción en la encarnación de Jesús, el Hijo del Altísimo, al ser concebido este en el vientre de María por el poder de Espíritu Santo (Lc 1.30–35). En su bautismo, Jesús el Hijo recibió aprobación del Padre en la presencia del Espíritu Santo (Lc 3.21, 22), cumpliendo así dos profecías del Antiguo Testamento (Salmo 2.7; Is 42.1). La Trinidad estuvo presente en la tentación de Jesús, cuando este, lleno del Espíritu Santo, fue llevado por el Espíritu a pasar cuarenta días en el desierto. El diablo reconoció a Jesús como el Hijo de Dios (Lc 4.3), pero trató de destruir la fiel relación que siempre ha existido dentro de la divina familia.

En su predicación de la sinagoga de Nazaret, Jesús cumplió Isaías 61.1, 2, al afirmar: «El Espíritu del Señor está sobre mí» (Lc 4.18), e indicar que la Trinidad estaba actuando en Él como el Hijo siervo. En la transfiguración, la voz del padre se escuchó de nuevo aprobando a Jesús el Hijo ante el grupo más íntimo de discípulos (Lc 9.35).

Cristo se regocijó en el Espíritu Santo y en el Padre que había entregado todas las cosas al Hijo (Lc 10.21, 22). Afirmó que estaba actuando en nombre de Dios y a través del poder del Espíritu Santo, quien es el «dedo de Dios» (Lc 11.20). Cuando limpió el templo, se indentificó con la casa de Dios, su Padre (Lc 19.45, 46).
Jesús expresó aun más su autoridad al enviar a sus discípulos, después de la Resurrección con las palabras: «yo enviaré la promesa de mi Padre» (Lc 24.49). También les dijo que esperaran hasta que recibieran poder del Espíritu Santo (Hechos 1.5, .

Después de la Resurrección, Jesús envió a los discípulos a bautizar «en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo» (Mt 28.19). El cumplimiento de la profecía de Jesús como vocero del Padre y el Espíritu Santo (Hch 1.4–8) ocurrió en Pentecostés. Esto continuó a través de Hechos cuando el Espíritu Santo inspiró a Pedro y a los apóstoles a predicar un evangelio trinitario del Padre, Hijo y Espíritu Santo (Hch 2.32, 33; 5.29–32; 10.38).

Pablo empleó un lenguaje trinitario en Gálatas, al hablar a menudo del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (Gl 3.13, 14; 4.6; 5.5–6, 22–24). En Romanos empleó un modelo de tres partes para describir el plan de la salvación (Ro 1.18–3.20; 3.21–8.1; 8.2–30). Los demás libros del Nuevo Testamento contienen enseñanzas trinitarias, excepto Santiago y 3 Juan. (Espíritu Santo; Dios; Jesucristo.)


Nelson, Wilton M., Nuevo Diccionario Ilustrado de la Biblia, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000, c1998.

 

 
 
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