Buenos Aires, Argentina - Los resultados de una encuesta realizada en Chicago, reuniendo médicos y pacientes, han sido muy positivos respecto a la sanidad divina. Lo curioso es que dicha encuesta demoró 3 años en publicar los resultados.
No hace demasiado tiempo se habló de una experiencia realizada en un hospital, donde se dividieron los enfermos en “pacientes con oración y pacientes sin oración”. Para no influir en los resultados no se les dijo a los enfermos si pertenecían a un grupo o a otro. Pero los intercesores se prestaron a la experiencia y las conclusiones fueron que las personas por quienes se había orado evolucionaban favorablemente; no así aquellas que quedaron al margen.
Uno se pregunta cómo es posible que un médico no tenga fe, cuando somos laboratorios andantes. Cuando dormidos o despiertos, con hambre o con sed, en las mejores condiciones o en las peores, nuestro organismo funciona como una máquina perfecta. Y no hay un solo “elemento” integrante de nuestro cuerpo que no cumpla una función específica. (¿qué me dice de las orejas? Si, ya sé que sirven para escuchar, pero qué pasaría con los anteojos si ellas estuvieran en otro lado…?)
Recuerdo a mi oncólogo, tal vez el más destacado de Argentina, el Dr. Chacón, cuando me indicó cirugía en mi hombro debido a un dolor crónico, que resultaba sospechoso porque 20 años atrás tuve cáncer de mama. Resolví ir a una campaña del evangelista Carlos Annacondia, a punto de entrar al quirófano. Y en el momento en que dijo que pusiéramos las manos sobre la enfermedad lo hice, con el resultado que al otro día estaba perfectamente sana. Al tiempo, regresé al consultorio y cuando me preguntó si me había operado, le dije: me operó Dios.
Claro que se rió y me dijo que estaba loca. Su indicación de operarme había resultado de una consulta con un traumatólogo, o sea que estaba doblemente indicada.
¿Los científicos no pueden creer que haya algo superior a ellos?
Creo que pasa por otro lado: es la eterna pregunta. Si Dios existe ¿por qué permite que un niño muera de cáncer?
Y hay preguntas que solamente Dios puede contestar. Porque así como la hormiguita que está en mi cocina no sabe qué hago con la computadora, así nosotros no sabemos por qué y por qué y por qué…
¡Claro que están los hermanitos que se las saben todas! Que son los traductores de Dios. ¡Ellos saben aún lo que Dios va a hacer! Y uno cuando es bebé cristiano los mira y se dice ¡Oh, qué maravilla!. (Cuando crece, le recomienda que lea a Santiago en el capítulo sobre la lengua…)
Los médicos que conocen a Dios, claman a El ante las enfermedades.
Los que no lo conocen, cuando se enferman, hacen un curso acelerado de fe en un instante.
Es la opinión personal de Titina Castro.
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