El efecto de las buenas palabras 
       Hoy en día son numerosas las personas cuya angustia es inmensa. Se sienten desesperadas y heridas por la vida hasta el punto de que algunas quieren acabar con su insoportable existencia. Necesitan “la buena palabra”, amor y esperanza. 
 
       En la Biblia, varias personas atravesaron momentos difíciles y desearon la muerte. 
 
       Elías, un cansado profeta, exclamó: “Basta ya, oh Señor, quítame la vida” (1 Reyes 19:4). Dios acudió pronto a socorrerle y le proveyó alimentos para fortalecerle. Le habló suavemente al corazón para darle ánimo. 
 
       Jonás, quien había anunciado el castigo a Nínive, se enojó porque Dios obró con gracia para con sus habitantes que habían pedido perdón. Entonces deseó la muerte, diciendo: “Mejor sería para mí la muerte que la vida” (Jonás 4:8). Dios tuvo la delicadeza de explicarle la razón de su misericordia: su bondad y su compasión hacia todas sus criaturas. 
 
       Y Job, afectado por el duelo y la enfermedad, aguardaba la muerte que no llegaba, y se lamentaba: “Está mi alma hastiada de mi vida… Hablaré con amargura de mi alma. Diré a Dios:… hazme entender por qué…” (Job 10:1-2). Entonces Dios le habló de la vida y le mostró su ternura y cuidados hacia la menor de sus criaturas (Job 38:39). Finalmente, Job pudo decir a Dios: “Yo conozco que todo lo puedes” (Job 42:2). 
 
 
El ánimo del hombre soportará su enfermedad; 
mas ¿quién soportará el ánimo angustiado? 
Proverbios 18:14. 
 
La congoja en el corazón del hombre lo abate; 
mas la buena palabra lo alegra. 
Proverbios 12:25. 
 
 
  
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