MARCOS 12: 29-31 Mar 12:29 Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Mar 12:30 Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Mar 12:31 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.
   
  PAGINA PERSONAL DE YASSER BARROSO. JESUCRISTO LE BENDIGA
  Señorío de Cristo. Súbditos del Reino
 


El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
Juan 3:3.

No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos,
sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.

Mateo 7:21.

Súbditos del Reino de Dios

       No busquen las fronteras de este reino, porque no está constituido por territorios. Se compone de un Rey oculto en el cielo y de súbditos que aún están en la tierra, sometidos a la feliz autoridad de ese rey: Jesucristo.

       Para formar parte de este reino, es necesario haber sido librado del jefe de este mundo que avasalla a los hombres manteniéndolos en las tinieblas de un universo donde Dios no es tomado en cuenta. También se debe haber “nacido de nuevo” (Juan 3:3-8) y recibido la luz que da el Evangelio de la gracia de Dios, la luz sobre lo que somos y la luz sobre lo que Dios es, a saber, amor. En efecto, el fundamento de este reino es el amor: 

       Primeramente el amor del Padre, quien envió a “su amado Hijo” (Colosenses 1:13) para que nos hiciera dignos de la divina presencia, dignos de su reino.

       También es el amor del Hijo, el que por amor a su Padre y a nosotros se encargó, por medio de su cruz, de pagar nuestro rescate y liberarnos de nuestros pecados, los cuales nos impedían entrar en la presencia de Dios, y por ende, en su reino eterno.

       Ahora los súbditos del Rey le sirven por amor, a la vez como siervos que no conocen otra voluntad que la de su Señor y como amigos que conocen los profundos deseos de aquel a quien todo lo deben y que se dignó llamarlos amigos (Juan 15:15).

 
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